lunes, 1 de julio de 2013

Al fin paz

Nuevamente el frio acero de esa maldita hebilla pega en mi espalda. Las marcas son parte de mí, no siento el dolor, no siento nada.
Me mira a los ojos, esos ojos que hoy no reconozco, esos mismos que me miraron e inundaron mi ser con palabras que hoy no demuestra. Pero hoy me canse. Hoy fue suficiente de esto, ya no soporto más.
Me dirijo a la cocina, huyendo y me sigue, me grita, me atormenta.
¿Que mas puedo hacer?
La luz esta apagada y creo que he olvidado donde se encuentra el interruptor. Y no se si la habitación esta oscura porque no veo o no veo porque estoy a oscuras. Oscura yo, oscuras mis intenciones, mis anhelos, mi futuro y mi vida. ¿Dónde quedaron esos sueños que imaginamos? ¿Dónde esta ese amor que nos juramos?
Tú me humillas, me maltratas y yo no hago más que seguir a tu lado, obedeciéndote cual animal amaestrado.
Encuentro la perilla de la luz, pero no estoy segura de accionarla, tengo miedo de verte y en tu reflejo ver mi miedo, mi terror.
Finalmente enciendo la luz, horrorizada intento tomar un cuchillo, pero, ¿Para que? ¿De que me serviría? ¿Estoy dispuesta a usarlo, a lastimarte?
Si lo hago, si me vengo, seré como tu, caeré tan bajo que ni Dios podrá levantarme, si es que este existiera.
Nunca creí en esos cuentos de hadas, siempre fui muy escéptica al respecto, a cada persona que intentaba “ofrecerme” la palabra de Dios le decía: “No quiero sus palabras, quiero sus acciones, ahora, hoy y para conmigo”.
Pero jamás logre conseguir nada de ese amigo imaginario de adultos y la verdad es que prefiero que no exista, porque si lo hace, realmente me odia.
Me puso entre la espada y la pared, literalmente estoy así.
Mis opciones se reducen a nada. Lo mato y vivo con esa culpa, esa carga enorme en mi espalda por el resto de mis días. O dejo que me mate y ya no tendré ni sufrimiento, ni culpa, ni carga, ni vida.
Ahora me encuentro apoyada con mis manos sobre la mesada, esa que elegimos juntos, cuando aun nos amábamos.
¿Aun nos amábamos? ¿Alguna vez me amo?
Pasan los segundos y no logro conseguir la fuerza para hacerlo, espero que el tampoco.
El cuchillo parece hablarme, ya creo que termine de enloquecer, o son las voces en mi cabeza que me recuerdan todos los momentos en los que llore por esta bestia que me hostigan para terminar con esta pesadilla que él un día decidió empezar.
Doy media vuelta, aun con el cuchillo en la mano y una angustia inmensa. Lo miro fijamente pero no logro verlo. No consigo enamorarme como lo hice la primera vez. Entonces quizás si lo mato no estoy matando aquel amor, aquel hombre que logro hacerme feliz, quien fue tierno y dulce conmigo.
Dejo de pensar, mi mente se cierra, se acerca a mi, impulsivo sin ver que esta vez, por primera vez después de 5 años, estoy lista para defenderme.
Cierro los ojos, me tranquilizo y todo terminó.
Ya tengo paz, ya nada ni nadie volverá nunca a agredirme.
Desde hace mucho tiempo no me sentía así. Feliz.
Comienzo a desvanecerme, quizás sea el cansancio.
Y nuevamente escucho su voz. Otra vez tengo miedo ¿O no?
Ya no. Ahora tengo paz.